martes, 9 de abril de 2013

Marchen, a mí no me interesa.

Y así es, sin tanto alboroto. No pienso tomar ningún bando político acerca de las marchas, o encerrarme en la discusión de si sirven o no. Simplemente me quiero referir a la falta de tolerancia (y de razón) que hay por parte de las personas que organizan y participan en cualquier tipo de marcha. «Si no marchas estás en contra de la paz», «Si marchas estás a favor de la guerrilla» son algunas de las expresiones que se escuchan en torno a la marcha por la paz del 9 de abril. Se ha convertido en una obligación ir a marchar y no en una forma de protesta o un medio para que el pueblo se haga escuchar, sea el 'bando' que sea. 

Lo más triste es que no sólo se ha convertido en una obligación marchar, también en un pecado que se castiga con rudeza. Ya no sólo tiene tintes obligatorios sino también religiosos (Aclaré que no iba a hablar de los tintes políticos de cada marcha) convirtiendo a las marchas cada vez en algo más molesto, cansón, excluyente (cuando debería ser todo lo contrario) y polarizado. 

Sin embargo, me parece más patético aún los que marchan sin saber por qué o coaccionados por otras fuerzas con el ánimo de dañarle a los demás su convicción de marchar. Y ni hablar de los que marchan por sentirse mejores personas que los demás, por mostrar en apariencias lo que en realidad no son, por publicar una foto y que todos se den cuenta que con eso salvó al país. Esos tienen mi más profundo repudio y lástima. 

Lo que muchos marchantes no saben es que no hay mejor oportunidad que en las marchas de mostrar el civismo, que en realidad el pueblo está unido por una sola causa y que necesita ser escuchado y no vapuleado. Pero al contrario de esto, los marchantes (no todos) aprovechan este espacio para sacar lo más despreciable de sí mismos. «Adornan» la ciudad con frases trilladas, dejan basura por doquier, orinan en cualquier árbol y cuando se torna la cosa violenta es peor aún, pues los damnificados no son otros sino los dueños de establecimientos públicos y casas por donde pasa la marcha. 

Señores organizadores y participantes de marchas, no es obligación marchar, hacerlo no nos hace mejor personas y con sólo marchar no lograrán que todo se solucione. Es un acto civil y el que desee participar lo hará sin necesidad de que alguien lo esté empujando. El que no desee participar lo hará por pereza, porque no cree que la solución esté en la marcha, por un millón de motivos más o porque tiene cosas más importantes que hacer. Entonces, viva su libre derecho a la protesta y a marchar sin obligar ni mucho menos condenar a quien no quiera hacerlo.

Marchen, háganlo por convicción propia, por sus creencias pero a mí déjenme quieta porque simplemente no me interesa. 

1 comentario:

  1. Buen escrito. Lo otro ademas de las estigmatizacion de los q no quieren participar, es que en su afán de demostrar su posicion acaban jodiendo a mas de uno en cosas cotidianas, y generalmente no es el culpable si no el q menos tiene q ver.

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