martes, 30 de julio de 2013

Dios proveerá.




El desconcierto que me produce esas dos palabras es igual de grande a la duda sobre la existencia de ese Dios. Y no sólo es desconcierto, también el fastidio que produce saber que para muchas personas nada depende de sí mismos sino de un ser que puede hacer lo que le venga en gana con sus fieles. No tengo nada en contra de los cristianos, cada quien con sus creencias siempre y cuando no intente convencer al otro de que crea en lo mismo que él. Pero no, esta entrada no es para hablar de cristianos ni de dioses, sino de la actitud del que se adapta a cualquier circunstancia o situación con excesiva facilidad, el conformismo.

Expresiones como «Amanecerá y veremos»; «Así es la vida»; «Deje así» y similares, lo único que demuestran es la incapacidad de una persona de derrumbar todas las barreras que se le interpondrán en la vida. Muchos siguen esperando que les tiren el pan del cielo, peor aún, que la situación cambiará porque ese es el destino, o la suerte. Creencias sin fundamento, sin razón de ser.  «La esperanza es lo último que se pierde» debe ser una de las frases más conformistas que hay. Por andar esperando que la esperanza no se pierda, no se gana nada y se pierde el tiempo. Creer en que fuerzas ajenas a nosotros mismos harán que las cosas se nos den no sólo es de incautos, sino de flojos e inservibles. 

Trabajar en lo que no les gusta simplemente porque se gana más. Se ganará más dinero, mas no tiempo y tiempo siempre nos hará falta. Cada quien tiene el poder de controlar «su destino» como mejor le plazca, no está escrito en ninguna parte lo que seremos y cómo haremos para serlo. Es irónico que podamos controlar cosas externas a nosotros pero nos da miedo cambiar detalles de nuestra compleja existencia. El truco está en dejar de pensar que cuando las cosas no quieren conformarse con nosotros, nosotros debemos conformarnos con ellas, como propone el filósofo francés Fontellene. Si no estoy contenta (o) con lo que tengo es porque me hace falta algo para serlo y por lo tanto debo conseguirlo. No se trata de llevar una vida llena de avaricia, ni mucho menos pensar que si entre más tengo más feliz soy. Lo verdaderamente complicado está en saber exactamente qué se quiere o se necesita para ser feliz y no en conseguirlo. Si usted no tiene los suficientes huevos u ovarios para cuestionarse a sí mismo sobre su felicidad, ¿qué está esperando para adqurirlos?
Deje de quejarse y procure solucionar todo lo que lo acongoja e incomoda, porque sí, quejarse y esperar que por arte de magia o que otros nos resuelvan nuestros problemas es de gente que abandonará el mundo sin pena ni gloria.  Dios no lo proveerá, busque cómo alcanzar.